martes, 10 de noviembre de 2009

Hazme sitio, París


Por cuestiones que ahora no vienen al caso en el último año y medio he viajado en tres ocasiones a París. Hasta la primera de esas estancias era Roma la ciudad que ocupaba el primer puesto de mis urbes preferidas (siempre, y muy de lejos, por detrás de, como dice el maestro Sabina, la insufrible pero insustituible Madrid), seguida de Amsterdam. Pero París ha venido a poner en jaque todos mis pilares. Aún no tengo claro en que puesto ponerla, eso sí, sin duda en el podium. Sin embargo, eso no me impide verle algunos defectos. Por ejemplo, y aunque a algunos les pueda parecer su principal virtud, está su armoniosa homogeneidad. Es tanta, que la primera vez que estuve me pareció un "barrio de Salamanca gigante", no había matices, llega un momento que todas las calles te parecen iguales. Eché en falta un casco viejo, porque no olvidemos que la antigua Lutecia tiene más de dos mil años de historia y, sin embargo, todo lo que se ve es obra y gracia del barón Haussmann en el siglo XIX. Por el contrario, fue lo opuesto lo que menos me gustó de Londres: su excesiva heterogeneidad de barrios. Por el momento me quedo con un termino medio.

Otra de las cosas que me saca de mis quicios de la capital francesa es su falta de espacio. Dos de las veces que la he visitado ha sido en verano, pero en invierno debe ser una pesadilla: no quiero ni imaginarme lo que debe ser quitarte el abrigo, la bufanda, los guantes, el bolso y sentarte en un café parisino... ¡Todo un número de malabarismo! Y es que las mesas están tan cerca que el codo lo tienes que poner en la rodilla de el de al lado. Y menos mal que el francés no se me da muy bien (me refiero al idioma), porque si no sería una pesadilla para mí enterarme sin remedio de la conversación de los de la mesa contigua... ¡Demasiada información para alguien tan cotilla como yo!

Lo de los baños ya se lleva la palma. Por ahorrar espacio los hacen siempre unisex, ya sabéis, todos al mismo y punto. ¿Y dónde carajo encuentran unos lavabos tan pequeños? Porque cuando te lavas las manos se va más líquido fuera que dentro. Y también están las escaleras, porque las únicas que prácticamente he visto que no fueran de caracol fueron las de la Ópera Garnier y las de los Invalidos (y solo porque allí si van sobraos de espacio). ¡Qué dimensiones tendrá el piso medio parisino!

Bueno, en próximas ocasiones os comentaré más impresiones made in me de la llamada "Ciudad de la luz".

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