Se nota que J.J. Abrams, persona a la que le debo algunos de
los mejores momentos que he vivido frente al televisor, se ha criado a los
pechos de Steven Spielberg. Pero después de ver "Super 8", dirigida por
el primero y producida por el segundo, afirmo que se nota tanto en lo bueno
como en lo malo.
Abrams sabe crear en esta película una historia simpática
protagonizada por una pandilla de frikis que recuerdan mucho a los chavales de
la inmortal "Los Goonies" o a los de "Cuenta conmigo", que
se desarrolla en torno a un misterioso ser que no vemos hasta bien avanzada la
peli (¿no recuerda mucho a "E.T."?). Los sustos y la intriga
consiguen que te mantengas agarrado a la butaca, aunque los primeros provoquen que
más de un trasero pierda contacto con el asiento, siguiendo la acertada fórmula
de "Perdidos", heredera a su vez de aciertos de Spielberg como
"Tiburón" o "El diablo sobre ruedas".
Sin embargo, lo peor de "Super 8" también parece
llevar el sello del mago de Hollywood: el sentimentalismo. Sí, ese mismo efecto
lacrimógeno del agonizante E.T. o el abriguito rojo de "La lista de Schindler"
lo lleva Abrams al momento "yo te entiendo" del final de la peli (no
quisiera destriparla), que en mi opinión sobra.
En definitiva, "Super 8" es una película muy
entretenida que, a pesar de contar con un final muy previsible lleno de
sensiblería, no creo que deje mal sabor de boca a nadie.
NOTA: No dejar de ver los títulos de crédito. Ocultan una
divertida sorpresa.