martes, 11 de enero de 2011

La envidia, el deporte nacional de muchos países

Se confirma, a mi modo de ver, que existe una persecución hacia los triunfos españoles en el deporte mundial. La gota que colmó el vaso fue la concesión, ayer, del Balón de Oro a Messi. Declarada madridista acérrima, ayer lo tenía difícil con tres blaugranas de pro en la candidatura, pero en mi opinión el merecedor era Andrés Iniesta por varias razones: por su versatilidad en diferentes posiciones, por ganar seis títulos con el Barça, por una trayectoria intachable, por ser Campeón del Mundo, por meter el gol de la final del Mundial, por representar de alguna manera a todos los españoles más allá de los clubes... Pues no, se consideró que era más merecedor "El Pulga", que ya lo ganó el año pasado y que hizo un papel más bien flojito en Sudáfrica... ¡En todo caso a Xavi! Pero ya se vio que no querían dárselo a un español, ni tampoco el premio al entrenador, que en mi opinión, y muy a mi pesar, debía habérselo llevado de calle Pep Guardiola. En fin, una más a la larga lista de afrentas que sufren los deportistas españoles tan solo por ser los mejores en sus disciplinas: las acusaciones no probadas de dopaje a Alberto Contador, los cambios en los trazados del Tour para perjudicar a los ciclistas españoles, los silbidos a Rafa Nadal en cuanto pisa una pista de Roland Garros... ¡Qué casualidad, casi todas estas muestras de envidia proceden de Francia...!

lunes, 10 de enero de 2011

Pendientes de un hilo

Una relación sentimental, por muchos años que dure, no es algo firmemente establecido. Al contrario, tan solo pende de un cabo. En ocasiones se trata de un frágil hilo que poco a poco, a causa de la rutina, se va deshilachando. Otras veces es una fuerte soga que aguanta cualquier cosa, por muy pesada que sea. Sin embargo, lo que está claro, es que si esa unión alguna vez se rompe, ya sea poco a poco, fibra a fibra, o de una manera traumática, como si de un hachazo se tratará, nunca se podrá recobrar. Sí, se podrían hacer nudos, pero siempre serían provisionales, nunca podrían soportar una carga tan fuerte. El mantener ese vínculo, por tanto, conlleva una dedicación constante, día, a día, hora a hora, minuto a minuto, segundo a segundo... El amor es mucho más efímero de lo que podemos pensar cuando las cosas van bien.