
¿Una manifestación a favor de la vida? ¿Para cuándo una en contra de la muerte? Estoy segura de que Aznar también acudirá a esa... O no.
Slava Polunin es un habitual colaborador del Cirque du Soleil, y eso se nota en su más reciente espectáculo, “Slava’s snowshow”, ya que al igual que en los montajes de la conocida compañía canadiense, en el suyo la imaginación también rezuma por los cuatro costados. Aquí da vida a un quisquilloso pero a la vez dulce payaso que nos trasladará, junto a cinco estrafalarios amigos, a un mundo onírico repleto de pompas de jabón, lunas, columpios y notas musicales. Sin una línea argumental clara, las escenas se suceden, alternando las sonrisas con la melancolía. Cuenta con un vestuario elegante pero exageradamente informal, una mullida escenografía y con unos juegos de luces, que sobre todo eran eso, juegos.
¿Su pecado? Recurrir a recursos fáciles y muy vistos, como hacer aplaudir al público como si de focas del circo se tratase. Eso sí, resultó tan efectivo como para un constructor regalarle un Rolex a un concejal del PP (si no metía una puya reventaba, aunque no venga al caso).
¿El capricho? Permitirnos a los espectadores el poder jugar con una infinita tela de araña o con balones gigantes ligeros como burbujas.
Aunque en un primer momento su estética me dio algo de “repelús”, por lo que no lo considero un espectáculo muy adecuado para niños, me volví a casa con una dulce sensación en el espíritu, la misma que me transmite el pequeño príncipe de Saint-Exupéry.
Colección de reflexiones para contribuir a ver las cosas con mayor perspectiva... y más sentido del humor