Mi recién estrenada ociosidad mañanera me permite disfrutar de uno de mis numerosos vicios televisivos: los programas de cocina. Confieso que sigo siendo una talibán de Karlos Arguiñano, el hombre que hizo que me acercara a los fogones, yo, que salí de mi casa con la tortilla a la francesa como receta estrella. Pero para mí es además un adalid en estilo de vida, ya que me encanta la alegría que transmite, su filosofía vital, sus consejos, y, por qué no decirlo, hasta sus chistes. En estos tiempos en los que no dejan de revolotear en nuestros oídos palabras como crisis, deshaucios o deudas, Arquiñano me proporciona esa dosis de alegría y energía que me impulsa a seguir con mi rutina desde otro punto de vista. Con su simpatía incluso es capaz de ser "políticamente incorrecto" sin llegar a ofender a nadie. En resumen, que para mí es un héroe, un dios.
Por otra parte, estoy descubriendo a Sergio Fernández, de "Las Mañanas de la Primera", un chavalote super sencillo que no sé por qué me da que debe ser además muy buena persona, y que actúa de complemento ideal al maestro vasco: uno representa la experiencia y el otro la savia fresca. Uno es el maestro y el otro su más aventajado discípulo televisivo.
Para finalizar, y siguiendo el hilo del título de mi entrada, el "demonio" catódico de los programas culinarios debe ser Chicote, de "Pesadilla en la Cocina", pero aún no he tenido la oportunidad de comprobarlo, aunque por lo que he visto en los anuncios, debe ser bastante más heavy que el chef Ramsey, su precursor en la versión americana.
Río Salvaje (Wild River, 1960)
Hace 2 semanas